Como cada 19 de enero, mi día gira en torno a ti. El día que marcó un antes y un después en tantísimas cosas. Pero lo cierto es que, no hace falta que sea 19 de Enero para recordarte. Porque te recuerdo todos los días de mi vida. En mis alegrías pero también en mis momentos difíciles. Es justo en ese momento en el que siento que me faltan las ganas o estoy apunto de rendirme cuando pienso en ti. Por tu capacidad de superación. Porque me enseñaste que la vida jamás será justa pero, a pesar de todo, nunca te puede faltar una sonrisa.
El día que te fuiste marcó un antes y un después en muchas cosas.
Cuando me levanto por las mañanas, hay dos probabilidades posibles. La primera de ella es que "puede ser un gran día", no porque haya algo especial o porque haya algo programado que haga que mi día pueda ser diferente. Sencillamente, puede ser un gran día por el simple hecho de que hay que saber ver el lado bueno de las cosas, ya sean pequeñas o grandiosas. Porque es posible que no tenga todo lo que siempre he querido y que quizás nunca lo tenga, pero no por ese motivo voy a desperdiciar cada hora de mi día pensando en qué no tengo en vez de alegrarme por lo que sí tengo. Esa es la primera probabilidad -maravillosa, ¿verdad?-, la segunda es "levantarse con el pie izquierdo" lo que supone que nada sale a derechas -esta no mola tanto, ¿eh?. Es esa sensación de "no sé para que me he levantado esta mañana porque para el día que estoy teniendo...", sí, esa sensación la conocemos todos muy bien. Ese día todo va mal, nada te saca una sonrisa, y parece que tienes el mundo contra ti. Y te enfadas con cualquiera que pase por tu lado, aunque ese pobre -desgraciado- no tenga la culpa de lo que te pase. Simplemente él/ella estaba en tu camino. Suficiente para pagar tus frustraciones con el/ella. Y es en esos días en los que yo opto por poner la música a todo trapo y desconectar. Porque a veces, lo más nimio puede parece un gran problema y te ciegas en no salir de ese bucle sin fin, repitiéndote una y otra vez lo que has hecho mal o lo que no ha salido bien. En esos días en los que a veces es mejor no existir, yo pienso que si hoy he hecho algo mal, mañana lo haré mejor. Porque los días malos existen para poder saber apreciar los buenos. Porque a veces, nada es suficientemente malo como para desperdiciar un día entero en frustraciones. Así que, hoy toca darle al play, y que suene bien alto la música. Porque hoy puede que no haya sido un día -tan- bueno, pero mañana aún sigue existiendo la probabilidad de que sí lo sea.
Y que nunca me falten las ganas de comerme el mundo.