Quería... no sé que quería. Pretendía no hablar más de mi. Así de sencillo, simple. Aunque es complicado porque la mayoría de las veces hay tanto por decir... Otras sin embargo, no queda nada.
Me sorprende la velocidad en la que avanza el tiempo. Hace nada habíamos dejado el colegio para empezar el instituto. Cuando menos lo esperaba me di cuenta que ya estaba en bachillerato rozando las puertas de la Universidad, y ahora sólo me queda paso y medio para ser graduada. Y seguimos creciendo y aprendiendo.
A veces creo que ya no queda nada de esa niña que no dejaba de hablar en las comidas, que detestaba los silencios además de los días de tormenta. Siempre curiosa, y con esas ganas de ser la alegría de la casa. Pero no podemos olvidar que los años no pasan en balde para nadie y que la rutina tiene su propio peso. Y ahora solo somos un reflejo de ella.
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