viernes, 22 de junio de 2012

Porque el amor duele, pero da más vida de la que quita



Shane acercó la mano hacia el rostro de Helle.
— Pero yo aún te...
— No — dijo Helle, agarrando la muñeca de Shane en el aire y mirándolo directamente a los ojos por primera vez desde que se había despertado. — No tienes derecho a quererme. Ni siquiera tienes derecho a estar en la misma habitación que yo y compartir mi aire.
— Entonces no tenía derecho a besarte anoche. Y... no tengo derecho a hacerlo ahora. — dijo, y se inclinó sobre Helle para besarla. Helle intentó retroceder, pero Shane le había rodeado con los brazos y la atrajo hacia sí. La besó con dulzura y con pasión al mismo tiempo. Helle se resistió al principio, pero pronto comenzó a devolverle los besos. Shane solo se detuvo cuando notó húmedas sus mejillas. Se apartó para ver que Helle estaba llorando.
— ¿Qué pasa?
— Te odio... — dijo Helle. — Haces conmigo lo que se te antoja, Shane. Y lo peor es que yo soy tan estúpida que siempre te voy a perdonar.
Shane se inclinó sobre Helle hasta tumbarla del todo sobre la cama y quedar él por encima.
— Nunca más vas a tener que perdonarme porque no pienso marcharme nunca más.
— No es tan fácil, Shane.
— No me importa esperar o luchar por ti. He tardado demasiado tiempo en darme cuenta.
— Y yo he esperado demasiado tiempo.
— ¿Entonces?
Shane se hizo a un lado cuando Helle se incorporó. Ambos se quedaron en silencio, sentados en direcciones opuestas con los hombros rozándose levemente.
— ¿Sabes que es lo peor de todo, Shane? — dijo Helle, girándose para mirarle. — Que estoy tan enamorada de ti que me duele y no puedo pensar en nada en este momento que no sea besarte y desnudarte, y dudo que pueda pensar en otra cosa si sigues cerca de mí.
— ¿Quieres que me vaya?
Helle miró a Shane unos segundos que se hicieron eternos.
— Ese es el problema, Shane. Es que no quiero que te vayas. No sé que me duele más, que estés lejos de mí o que estés tan cerca. Y hasta que no lo sepa no sabré que puedo soportar mejor. Ahora nuestro amor consiste en sobrevivir.




Libro: "El regreso", Gloria Martínez Villamandos

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