Siempre que pienso en mi niñez vuelvo a ver esas montañas y colinas envueltas en neblina azul, y los árboles, que aparecían como desfilando, firmes, laderas arriba y laderas abajo. Y vuelvo a oler el aire seco y polvoriento que respirábamos nosotros todos los días. Veo de nuevo las sombras del ático, que se fundían tan bien con las sombras que había en mi mente, y oigo de nuevo las preguntas, ni dichas ni contestadas, de ¿por qué? ¿cuándo?, ¿cuánto tiempo más?
El amor..., yo tenía mucha fe en él.
La verdad..., seguí creyendo que siempre sale de los labios de la persona a quien uno más quiere y de quien uno más se fía.
La fe..., está unida con el amor y la confianza. ¿Dónde empieza el uno y dónde acaba el otro, y cómo se puede distinguir cuando el amor es el más ciego de todos ellos?
Fuente: Virginia C. Andrew, "Flores en el ático".
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