En realidad piensas en la situación. Cierras los ojos y lo imaginas. Se aproxima a ti con esa sonrisa que sabe envolverte y que hace que en alguna ocasión que otra olvides por un momento todo tu alrededor. Deseas que te abrace como sólo él sabe hacer, primero con fuerza para después ir soltándote poco a poco hasta que vuestros cuerpos quedan pegados el uno con el otro. Quieres sentir que esa amistad a pesar de los momentos de tensión y de conversaciones sin terminar aún permanezca intacta.
Y aunque ahora parezca que ya no sientes lo mismo o que el tiempo os está jugando una mala pasada, confías plenamente en que ese lazo jamás se rompa. Cómo una vez te dijo: "eres un pilar fundamental en mi vida". Él también lo es para ti. Además de ser irreemplazable.
Por esta razón, siempre llevas un pedacito de él contigo.
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