No lo vas a entender y tampoco pretendo que lo entiendas. Caminaba sumida en mis pensamientos intentando vagamente enfriar el corazón de todas las maneras posibles. Me imaginaba la situación, en cómo sería y qué tendría que decir. Lo tenía todo calculado y quería ser plenamente consciente de cuales eran mis opciones. En un principio, debo reconocer que pensaba que todo saldría bien y quizás esa autoconfianza provocó que llegado el momento recibiese un golpe mayor. Quizás necesitaba creer que esto no podía ser así, no lo sé.
Lo que si sé es que ese muro que creé en el transcurso de tan solo 15 minutos se rompió en mil pedazos en un segundo, cómo si jamás hubiese estado allí. Aprendí que no se puede enfriar el corazón cuando lo que escuchas no es lo que estabas esperando oír. Me hizo falta una simple palabra para ver que no soy tan fuerte como he intentado ser y que las lagrimas, traicioneras como lo han sido siempre, me habían delatado.
Pensé que sería incapaz de pronunciar una palabra, pero si lo conseguí. Después de eso, recuerdo una despedida y es verdad que había olvidado el significado de la palabra"esperanza". Ya no quedaba de eso. Lo tenía claro.
No lo vas a entender y tampoco pretendo que lo entiendas. Los 15 minutos de regreso a casa fueron los más insoportables: Sólo había silencio y decisiones tomadas sin tener mejor opción.
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