
Otra vez a desilusionarse. Otra vez a perder las ganas. Otra vez a olvidarse de los hombres, a reírse de ellos con esa risa que bien podría confundirse con llanto. Otra vez a recuperar la ilusión. Otra vez a creer que será diferente. Otra vez a emocionarse con algo distinto. Y otra vez a vivir una mentira. Otra vez a descubrirla. Otra vez a desengañarse. Otra vez a quitarse media vida. Otra vez a quedarse sola en su medio sofá.
Como si de una venganza de cínicos se tratase , Paula había comprobado que su corazón era siempre divisible por la mitad. Y luego por la mitad de la mitad. Y después por la mitad de la mitad de la mitad. Y así infinitamente. Pero de lo que nadie le había advertido es de que cada vez que lo dividimos, los sentimientos que puede albergar nuestro corazón son más pequeños.
Y eso era justamente lo que le estaba pasando a Paula. Que siempre que se enamoraba quería con todo el corazón, sí, pero con todo el corazón que le quedaba. Esa era la parte que nunca nadie le preguntó. Me quieres, sí, pero con cuánto."
Fuente: "Que la muerte te acompañe" de Risto Mejide.
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