No, no lo digas. Calla. No quiero que digas nada más. No rompas un poquito más lo poco que queda de nosotros. Me resigné, decidí cambiar porque era lo mejor para ambos. No me dejaste mayor opción. Hay días en los que me levanto y pienso que todo me da igual, que las relaciones se agrietan con el paso de tiempo y que por mucho empeño que le ponga en arreglarlo, jamás podré. Hoy, un día como otro cualquiera he vuelto a llorar, por nosotros, por lo que eramos y ahora ya no somos. Porque aunque en ciertos momentos puntuales parezca que todo es igual que siempre, no lo es. Es tan solo un espejismo del cariño que aún perdura en el tiempo. Algún día verás que no hay culpables ni reproches, que el único culpable ha sido el tiempo y la pequeña distancia que nos separa.
Así que no digas nada por favor. Sólo espero que el tiempo, traicionero como ha sido siempre, no termine por romper esto. Admito que no sé si podría llegar a soportarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario