Quisiste controlarlo todo, coger con tus manos pequeñas todo lo que estuviese a tu alcance. Creías poder lograrlo pero te equivocabas. Jugaste a ir por multitud de caminos diferentes. Estaba bien en un principio. Sabías ser constante y mantener cada lazo con la fuerza correspondiente.
Ahora, uno de esos lazos se ha tensado demasiado y ha empezado a romperse. Lo miras como si nada, y en ocasiones lloras sin darte cuenta. Te duele aunque no quieras reconocerlo. Antes era fácil y bonito. Conseguías sentirte en perfecta armonía. Ahora sin embargo, los acordes no siguen una misma melodía y llega al punto de hacer daño a los oídos.
Temes que llegue el día en el que dejes de sentir, que el lazo termine por romperse del todo y te de todo igual. Esperas no llegar a ese extremo. Si llega a ser así, sólo puedes alegrarte por una cosa: al menos no te dolerá.
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