Llegas a mi habitación con dudas y con cierto miedo por mi respuesta. No sabes como decirlo y te inventas absurdos ejemplos. Puedo ver cómo tu voz se pierde a medida que tus palabras dejan entrever lo que quieres decir. Te miro y no puedes evitar mirar hacia otro lado. Cómo si se tratase de un niño pequeño pidiendo consejos a un mayor. El error estaba en que me di cuenta que con tus palabras no sólo buscabas un simple consejo, querías una solución. Una vez más querías que mis palabras pudiesen resolver todos tus problemas. Cómo si con eso fuese suficiente.
Ojalá con unas simples palabras pudiese ahorrarte que tengas que pasar por esto. Ojalá mi forma de pensar pudiesen hacerte ver que los problemas son considerados como tal simplemente por la importancia que decidas darle. Y respondo a todas tus preguntas con respuestas simples, sencillas. Me miras con cierto aire de duda porque te das cuenta de que tu mismo sabías la respuesta, o quizás no. Quizás necesitabas escucharlo de mi para que fuese más real.
A veces lamento ser tan directa en cuanto a mi forma de pensar y de decirte las cosas. Desearía poder decirte de vez en cuando aquello que quieres oír. Pero no estaría siendo justa conmigo misma y mucho menos contigo. No sé en qué momento fue de todos esos minutos transcurridos en mi pequeña habitación cuando decidí decirte el gran problema de todo sabiendo que te iba a pesar y que sufrirías un gran golpe. Intenté por todos los medios hacértelo más fácil, abrirte una nueva puerta a algo que será tu futuro. Ahora queda en tu mano tomar mi solución como la mejor opción y actuar por primera vez por ti y no por ella.
Aprendí que en esta vida, si uno no piensa por uno mismo nadie lo va a hacer por ti. Empieza a pensar un poco más en ti mismo, tienes que comerte el mundo pero sobre todo aprende a vivir. Llevas demasiado tiempo viviendo de alegrías prestadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario