sábado, 11 de junio de 2011

La suerte de mi vida.

Siempre me quejo porque tengo que medir cada paso que doy para intentar no tropezarme o al menos intentar no caerme al suelo. La suerte no es que haya sido algo que me haya acompañado a lo largo de mi vida en lo que  se refiere a ciertos casos puntuales. Nunca fui la primera en nada. Ni siquiera en los juegos de azar he podido permitirme el lujo de ganar alguna vez que otra. 

Pero tengo que admitir que en cierto plano he tenido suerte. Una suerte infinita. Y cada vez que lo pienso, un fuerte calor me envuelve. Porque he conocido a innumerables personas que me han acompañado y me acompañan hoy día.

Luego estás tú. Te burlas cuando te digo que te considero la suerte de mi vida. Y sabes que no es por regalarte los oídos, sabes que es una opinión sincera. Lo supe en cuanto te vi por primera vez. En mi interior supe en todo momento que nuestros caminos estarían unidos de una forma u otra. Porque con el paso del tiempo hemos crecido y madurado juntos. Me has visto caer en innumerables veces y siempre he tenido tu mano para poder levantarme e intentarlo de nuevo.
Hiciste que creyese un poquito más en mi. Me has repetido hasta la saciedad que el cansancio entre nosotros no podía existir, que no había cabida ni lugar en esta historia para eso. No ha existido descanso ni para ti ni para mi. Ya que nuestra historia no tiene espacios en blanco. Cada momento está lleno de risas e incluso de alguna que otra lagrima de más.

Aún recuerdo cómo me aterraban los veranos porque pensaba que todo se podía echar a perder. Pero ahí estabas tú con esa sonrisa para decirme que nada cambiaría. De hecho, nada ha cambiado. Hemos tenido rachas buenas pero también hemos vivido malos momentos. Aunque de eso hay en menor medida. Sonrío porque incluso en nuestros inicios siempre tuve miedo de perderte. Y ahora es cuando puedo responder a esa pregunta. Ya conozco la respuesta. ¿Quieres saberla? Porque la suerte tal como vino un día cualquiera de mi vida puede irse antes de que pueda darme cuenta. Vivo con el temor de que algún día llegues a cansarte y decidas marchar sin mi. 


Respira. Ya no pienso así. He decidido confiar. Confiar en el tiempo. En nosotros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario