Tienes razón. Quizás yo sea el problema en esta guerra de dos. Te has dado cuenta de que ya no puedes solucionar las cosas como cuando yo era pequeña. Antes, te equivocabas y venías a mi cuarto cuando creías que ya estaba dormida, todo para darme un beso silenciosamente con tal de no despertarme. Se que sabías que aún no dormía, y esa era tu forma de pedir perdón. Por aquel entonces, eso bastaba para quitarme el enfado o cualquier daño causado.
Tal vez volvería a esos momentos en los que eran tan fáciles las cosas. En cierta medida, claro. Porque no todo era fácil, ojalá lo hubiera sido. Pero si es verdad que no me suponía un gran esfuerzo perdonarte.
Sin embargo, ahora no puedo decir lo mismo. Tus palabras pesan cada vez más. Mi cabeza intenta en todo momento excusarte, darte la razón. Pero no la tienes. Ya no.
Anoche regresaste a mi habitación, ya que para tu sorpresa, me acosté antes de lo que habías pensado. Una vez más, creíste que estaba dormida y me diste un beso en la frente. No fue igual que siempre. No tuvo el mismo efecto. Antes podía conseguir dormir tranquila cuando venías a mi habitación. Quizás la razón de que esta vez fuese distinto es porque esto no viene de ahora, viene de antes. Son demasiadas cosas acumuladas.
Hoy te has vuelto a equivocar y yo te he sonreído irónicamente. Ya no puedo hacer otra cosa que no sea sonreír y escucharte. Aunque no lleves razón. No merece la pena discutir.
Antes de juzgarme, deberías conocerme, quizás te sorprendas. No hay más ciego que aquel que no quiere ver.
Sí, el problema soy yo.
Porque esta vez no he querido perdonarte.
Porque esta vez, te digo a todo que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario