Me ayudas y me consuelas. Me oyes y siempre estás. Llamas a mi puerta cada noche para ver si estoy o no, para meterte conmigo o para decir alguna frase un tanto absurda.
Recuerdo todas nuestras peleas, nuestros insultos, los días en los que no nos podíamos ni ver. Pero esa puerta se cerró. Y no hace tanto tiempo de eso.
Ahora estás para mi, siendo esa persona que siempre he querido e intento estar para ti todas las veces que te hagan falta. Y me duele en el alma que estés mal. Sí, me duele. Y me cabreo y tú lo sabes. Mido mis palabras más de lo normal para evitar ocasionarte un daño mayor porque no quiero ser dura contigo. Pero no puedo regalarte mis palabras. Aunque lo quisiera, quisiera poder decirte lo que quieres oír, unas palabras de consuelo sería lo que te vendría mejor en estos momentos.
Ojala pudiese alegrarte con mis tonterías, con esa forma peculiar que tengo de hacerte reír. Intento vagamente que olvides todo esto que te está pasando contándote cosas que no tienen importancia, y con mucho esfuerzo logro que lo olvides por un solo instante.
Te quiero.
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