sábado, 3 de septiembre de 2011

Sin tener ganas de nada más.

Un día cualquiera de un mes cualquiera. Estás en tu habitación. Tienes que estudiar aunque no encuentras las ganas por ningún rincón de tu habitación. En un primer momento, decides abrir el armario y ver la ropa de invierno. Uf, invierno. Cada día tienes más ganas de que llegue y se vaya este insoportable calor. Después coges tu vestido favorito. Ese que tan solo has llegado a ponértelo en una ocasión. Ahora te queda incluso mejor que cuando te lo compraste. Sonríes. Sin quererlo lo primero que piensas con él puesto es que este año te lo vas a poner más a menudo, aunque siempre en algún momento especial. 

Después de perder esos pequeños minutos en cosas sin importancia, piensas en tus obligaciones. Te lo impones a ti misma. Tienes que estudiar. Te sientas en tu cama. Coges el libro y la libreta. Vas recogiendo conceptos e intentando entender esas palabras inteligibles. 

Cuando han pasado varías horas de estudio quieres quitarte el pesar de encima de alguna manera. Te recoges el pelo en una cola bien alta, unos pantalones cortos que te regalaron en el último cumpleaños y una camiseta, de esas con las que nunca saldrías a la calle pero que en realidad son las que más te gustan. Después enciendes el ordenador y te pones a ver la primera serie que te apetezca con la intención de perderte en ella.


Viendo esa serie, ya sumergida en la historia te aparece un pensamiento fuera de lugar. Piensas en cómo has pasado ese día cualquiera de un mes cualquiera en tu casa. Perdida en esas cuatro paredes. Sin tener ganas de nada más, tan solo de estar con tu cola bien alta y esa camiseta que tanto te gusta.

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