Últimamente tienes ganas de un cambio. Estás harta de llevar el pelo de la misma forma. Tienes ganas de sentir el frío recorrer tu cuerpo. Quieres sonreír a cada instante, y llorar solamente cuando sea preciso. Por ello, vas caminando por la calle con ganas de comerte el mundo, con la música a todo volumen tan solo para así evadirte de la vida que pasa a tu alrededor. Vas con las ideas fijas. Quieres verlo a él. Sólo a él.
Te paras unos segundos en mitad de la calle y sientes un poco de miedo. No entiendes muy bien por qué estás haciendo todo eso, ni por qué estas parada en mitad de esa calle. Su calle. Uf, un escalofrío recorre tu nuca y luego decides seguir adelante. Quieres verle de nuevo sonreír y que tú seas el motivo de su risa. Te conformas sólo con eso.
Estando delante de su portal, coges el móvil. Vuelve la duda... ¿y sí no está en su casa?...¿y sí está ocupado?...¿ y sí se enfada por no avisar? y muchas mas preguntas que acuden a tu cabeza impidiendo marcar su número de teléfono. Así que, alejando de tu mente todas esas preguntas, decides no pensártelo más. Marcas rápidamente su número ya que te lo sabes de memoria. Tu corazón late cada vez más fuerte. Suena una vez...dos..tres.. y por fin se escucha su voz.. En ese instante, le dices que estas en su portal y que sí puede bajar. Para tu sorpresa y alivio no pone pegas. Es buena señal.
Esperas impaciente que baje y ahora es cuando más nerviosa te sientes. ¿Qué le vas a decir? ¿Por qué estás aquí? Uf, no sabías muy bien que decirle... ni tampoco tenías tiempo para pensar coherentemente una buena respuesta. Minutos después bajó. Allí estaba delante de ti.
- Supongo que te preguntarás que hago por aquí o qué hago llamándote... Tan solo me apetecía verte. Quería verte sonreír de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario